Andrei Duarte.

Por: Fabián Valeth Orozco

El pasado mes de junio, el M15 de Quito registraba el nombre de un tenista colombiano que, seguramente, para muchos era desconocido. Andrei Duarte aparecía en el radar jugando la modalidad de dobles de los torneos que se llevaron a cabo durante cuatro semanas en suelo ecuatoriano.

Posiblemente, cualquiera que quisiera indagar más se encontró de golpe con que los registros lo ponían jugando sus primeros eventos profesionales allí en Ecuador, y buscando un poco más lo relacionaban con la Georgia State University. Pero seguía en el aire la duda sobre quién era Andrei.

Y si ver su nombre en unos torneos de 15 mil dólares en Quito era una sorpresa, esta se agrandó aún más cuando fue sorteado en el cuadro de dobles del pasado Atlanta Open, un torneo de categoría ATP 250 que hace parte de la gira norteamericana sobre cemento en esta época del año y que fue cita para tremendos nombres como Taylor Fritz, Alex de Minaur o Sebastian Korda.

Un colombiano estaba allí compartiendo escena con ese tipo de jugadores, y no era Daniel Galán, Juan Sebastián Cabal o Robert Farah… era Andrei Duarte.

Pero, ¿cómo se ha dado todo esto en los últimos meses para un jugador que pocos tenían en el espectro?

“Le mandé un mensaje al director diciéndole que necesitaba un wildcard porque no tengo nada de puntos, y me puso con un amigo que se llama Juan Carlos Osorio”, le cuenta Duarte a la Federación Colombiana de Tenis sobre su participación en los M15 de Quito. “Fue una increíble experiencia jugar allí y empezar a estar en torneos profesionales, acostumbrarme a esta vida, a la gente. Sin dudas, aprendí muchísimo”.

Para estar en Atlanta no siguió el mismo procedimiento. Este torneo tiene la tradición de invitar a jugadores que hacen parte del Estado de Georgia, por lo que en esta oportunidad salió favorecido.

“Es un torneo al que he ido desde niño, como desde los 14 años, y nunca era un sueño jugarlo porque no era lo suficientemente bueno. Entonces poder estar ahí, donde crecí, fue muy especial. Fue increíble practicar con gente que he visto en televisión durante muchos años. Fue una gran experiencia”, expresa.

Duarte habla español de un modo ‘americanizado’, pero no pierde las raíces del lugar que lo vio nacer. Usa constantemente la palabra ‘chévere’, trata de venir una o dos veces al año y no esconde que siente un encanto por esta tierra.

¿Pero qué pasó para que se alejara del país? La razón fue el trabajo de su padre, un ingeniero metalúrgico que viajaba de proyecto en proyecto, lo que generó que su familia fuera casi una trotamundos.

“Nací en Bucaramanga, pero desde niño con mi familia nos movimos a Cuba, Australia y Singapur, fue como desde que nací hasta los siete u ocho años. Después nos devolvimos a Bogotá entre los ocho y doce años para luego llegar a Estados Unidos. Me moví mucho, pero siempre jugaba tenis”,

Cuando llegó al país norteamericano se estableció con su familia en Atlanta y aprovechó para acercarse mucho más al tenis. Entrenó durante mucho tiempo, pero él mismo enfatiza en casi cada respuesta que no era la suficiente bueno para pensar en dedicarse a eso en el futuro. Incluso, por eso y por el tema económico ni siquiera pisó el circuito juvenil de la ITF.

“Para los ITF juveniles toca viajar mucho fuera del país y la verdad no había plata para eso”, cuenta Duarte quien entonces se inclinó por ir a la universidad, aunque intentando sacar provecho de su condición en el tenis para aspirar a una beca. No le fue bien al inicio.

“Hablé con muchos entrenadores de universidades y mis primeras dos opciones me dijeron que no. La tercera fue en la Georgia State, allí me dijeron que sí, que podía ir y estar en el equipo pero sin beca”.

Duarte aprovechó demasiado la oportunidad a tal punto que, actualmente, es el tenista con más victorias en la historia de su universidad.

“En mi primer año me fue bien y me dieron la primera beca. En el segundo me fue mejor y aumentaron la beca, llegando a los últimos dos años donde ya todo estaba cubierto porque mi tenis mejoró muchísimo. Empecé y no tenía nada, pero seguí trabajando, fui mejorando y ahora terminar como el jugador que más ha ganado en la historia de la universidad es una locura”, apunta.

Con un título en Emprendimiento y Economía a sus 23 años, Duarte destaca las ventajas de pasar por la universidad, un mundo al que últimamente muchos tenistas ven con mejores ojos.

“Este paso significó muchísimo para mí porque no era lo suficiente bueno para jugar profesional a los 18 años. Este camino ha sido increíble porque cada año he mejorado muchísimo, y lo mejor es que acá tienes muchas opciones: si el tenis no funciona, tengo dos títulos para ejercer y cuento con gente que conozco que son conexiones. Ha sido bueno porque acá te dan todo, la comida, la preparación física, las pelotas las raquetas; pero también te da la oportunidad de hacer algo más que el tenis”.

Todo lo que ha vivido en los últimos meses lo ha llevado a plantearse una oportunidad en el profesionalismo y haciéndolo de la forma menos ortodoxa: sin ni siquiera haber jugado como juvenil y solo con la experiencia en el circuito universitario.

“La experiencia en Ecuador y en el ATP fue increíble y me dio la oportunidad de ver que soy lo suficiente bueno para jugar, entonces ahora mi plan es seguir. Entrar a los torneos sin puntos es lo más difícil, así que ese es el problema que tengo ahora; pero tengo que seguir entrenando y mandando mensajes a los directores de torneos para que me puedan ayudar”.

“Solo necesito un wildcard y que pueda jugar con alguien que pueda escoger, ganar un punto y listo, ahí se abre todo. Voy a tratar de intentar jugar profesional para ver cómo me va porque que tengo mucho tenis, sobre todo en el dobles”, expone Duarte que, a pesar de estar tan lejos de casa, tiene a dos colombianos como la motivación para buscar el profesionalismo.

“Cabal y Farah son los que me han inspirado porque yo hace un año no quería jugar tenis profesional, pero los vi a ellos jugando en los Olímpicos y pensé que sería un gran orgullo representar a Colombia en el tenis mundial. Lo que ellos han hecho para el deporte en Colombia es increíble. La meta es ser ellos, inspirar a la gente y a los niños del país a ser los próximos héroes”.

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